Tengo una duda, o mejor: una duda, en este momento, se ha apoderado de mí.
Antes de continuar, deseo dejar señalado que no estoy declarando con soberbia que sólo me queda una duda. No quiero que nadie me acuse de la presunción de haber superado a la generalidad de los mortales que ven en la vida un camino lleno de interrogantes e incertidumbres.
Ante ellas, es menester decirlo, hay quien las niega y sigue adelante impertérrito, por creerse sabedor de todas las respuestas; hay quien cierra los ojos y acelera la marcha para no pensar; hay quien se detiene estupefacto, cual si hubiera caído presa de ese thaumazein, ese "asombrarse" que, según afirman, ha dado origen a la filosofía.
Hay también hombres que hacen de la duda una vía metódica de acceso a una presunta verdad; otros, en cambio, optan por salir al encuentro de respuestas empíricas, intentando hacer del asombro algo útil y beneficioso para la humanidad.
Hay quien queda pasmado ante el presente, hay quien se sorprende de las intuiciones futuras; hay quien lo hace descubriendo el pasado que habita en él.
Consciente de mis limitaciones para la filosofía, la ciencia o la técnica, quiero compartir mi duda neonata con ustedes, y en particular con los hombres, a quienes considero (por motivos que sería fútil explicar aquí) los más avezados e idóneos para acogerla y responder a ella. Pero suplico a las mujeres que no se sientan discriminadas: tal vez alguna de ustedes, por qué no, sea quien responda a mi inquietud.
Y ya, sin más preámbulos, me remito a la duda que inspira este mensaje: ¿se siguen fabricando las hojitas de afeitar?
Agradecida desde ya,
Herida Absurda de Gillette
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